Conoce la historia de este economista de 49 años que vive y trabaja en el centro de Madrid y consigue reunirse con su padre a diario y ofrecerle la compañía y la sensación de bienestar que necesita gracias a la moto. Lo que en principio fue pensado para un uso puntual, ahora se ha convertido en algo imprescindible; pero, no solo para este momento especial del día, sino para todo.

Sin la moto le era impensable sacar tiempo a diario para compaginar las visitas a su padre con la jornada laboral. Sabía que lo tenía que hacer, que su padre le necesitaba más que nunca y no le iba a fallar. Ni el coche ni el autobús le daban la agilidad de la moto, en lo que se refiere al ahorro de tiempo, aparcamiento garantizado y gratuito, y seguridad ante la Covid-19. La moto era su salvación.

Alberto, economista de 49 años, trabaja en el centro de Madrid para un fondo de capital riesgo fotovoltaico y se confiesa defensor de la nueva movilidad de alquiler, de pago por uso a través de los teléfonos inteligentes, y de las energías limpias. El modelo de sharing en general (turismos, motos eléctricas, bicicletas…) está muy extendido en Madrid y pronto se convirtió en un usuario habitual.

Empezó utilizando turismos y motos de alquiler en sustitución del autobús. En su teléfono tenía todas las aplicaciones. Por un tema de practicidad. Si en una no encontraba el vehículo disponible que necesitaba, tiraba de otra. “Aun así, me he encontrado en ocasiones sin posibilidad de alquiler por falta de moto”.

Entre esta incomodidad y que un día echó números, Alberto optó por comprar. Lo que gastaba en movilidad de alquiler sumaba el doble que si financiaba la moto más vendida en España: Agility City 125. “El cambio era de libro: 100 euros de motosharing frente a la cuota de 47 euros de Agility City 125; gasto menos y tengo toda la comodidad de tener la moto a mi disposición”.

  El cambio era de libro: 100 euros de ‘motosharing’ frente a la cuota de 47 euros de Agility City 125″-. Alberto (49), Madrid.

Pero un domingo por la mañana, al ir a coger su moto se encontró con que ¡no estaba! Solo había pasado 4 meses desde que la compró. Lejos de entrar en pánico, como buen gestor de riesgos e inversiones a gran escala, aceptó la situación: estaba más que cubierto. Alberto tenía la cobertura de robo del seguro KYMCO que contrató cuando compró la moto. Por 41 euros había ampliado la póliza de seguro incluido de KYMCO. Ese mismo lunes, sin dudarlo, compró otra Agility City 125. “Me había acostumbrado a la buena vida”, comenta. Esta vez la eligió de color azul con el baúl haciendo juego.

La primera era de color blanco “para hacerme ver mejor ante los coches”. Esta sensación de vulnerabilidad la tiene muy presente. Por ello es escrupulosamente respetuoso y prudente con las normas, su forma de conducción es responsable, sin sobrepasar la velocidad urbana. La reordenación de las ciudades, cada vez más saludables, sostenibles y menos ruidosas, y los nuevos límites de velocidad para calmar el tráfico le ofrecen grandes garantías para circular cada vez más seguro. Esta forma de moverse es su aportación por una ciudad más saludable, más limpia y menos dependiente de los coches.

Por cierto, el seguro que contrató en KYMCO le abonó el valor a nuevo del Agility City 125 y los accesorios (el baúl KY30).

 

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